En la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, hace ahora 75 años, se producían una serie de acontecimientos contra los judíos en la Alemania Nazi, en Austria y en los Sudetes, que marcan oficialmente el comienzo de la Shoah. Una oleada de progroms dirigidos desde el poder por el Secretario de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, dejaba un rastro de 1.700 sinagogas destruidas, más de 7.000 comercios, cementerios, escuelas y hogares judíos arrasados y saqueados, cientos de judíos asesinados y otros tantos suicidios ante la ola de terror desatada. Libros quemados en piras al aire libre y ante la mirada exultante y enloquecida de la población civil, observadores y perpetradores pasivos con igual grado de responsabilidad y total impunidad. 30.000 judíos capturados en lo que fuera la primera cacería humana y enviados a los Campos de Concentración de Buchenwald y Sachsenhaussen. Comienza la identificación con nombre y J de judío en los pasaportes. La política nazi de pasos, ha subido un escalón.
miércoles, 12 de noviembre de 2014
viernes, 15 de agosto de 2014
España y la dignidad perdida.
Cualquier
Estado define su Política Exterior en
función de sus intereses nacionales, y en un mundo multipolar, donde proliferan
las Organizaciones Internacionales, lo normal es que también se tenga en cuenta
la relación que mantiene con estos actores que conforman el llamado Sistema Internacional. Todos los
Estados, democráticos o no, tienen una ideología o unas prioridades que
imprimen a su Política Exterior. Centrándonos en los Sistemas de Gobierno
propios de las democracias Occidentales, cuando un país quiere establecer unas líneas
de intereses fundamentales y duraderas en el tiempo, hablamos de “Política de Estado”, que no es otra cosa
que la necesidad de garantizar, más allá del gobierno de turno, las legítimas
aspiraciones de paz y seguridad de sus ciudadanos, así como las necesidades de
desarrollo político, económico y social que tiene el país. Cuando la Política
Exterior, de Defensa y de Seguridad no se modifica a golpe de discurso del
titular de turno, según el viento que sople o la pata ideológica de la que
cojee, y, salvo pequeños matices en los que todas las fuerzas políticas puedan expresar,
como es lógico, su discrepancia, la sociedad en su conjunto manifiesta su
adhesión, podemos decir que en ese país hay una Política de Estado en Política
Exterior.
En
España, nada aficionados a las Políticas de consenso, esa Política de Estado en
Política Exterior también se echa en falta. Es verdad que, desde la Transición,
y a medida que nuestro país salía del aislamiento y se integraba en los
Organismos Trasnacionales, se vienen articulando una serie de prioridades en
las áreas en las que, por necesidad, por vocación histórico-cultural o por cercanía
geográfica, tenemos una especial vinculación: Mediterráneo y Mundo Árabe,
Europa, América Latina y Estados Unidos. Pero una Estrategia Exterior Española plenamente consensuada con todas las
fuerzas políticas con representación parlamentaria aún es una entelequia. Porque
hay asuntos sensibles que no sólo no
ponen de acuerdo a las fuerzas políticas del mismo y de distinto signo, sino
que, para más inri, vertebran y dividen
drasticamente a la sociedad, sacando en los momentos de crisis lo más abyecto
que el ser humano tiene en su interior. Y el principal asunto sensible de nuestra Política Exterior es Israel: ese pequeño
país de Oriente Medio, de apenas ocho millones de habitantes y una superficie
menor que la Comunidad Valenciana, el único país democrático de la región, libre, garantista, culto, avanzado,
tecnológicamente puntero; un país donde las minorías
árabes musulmanas, cristianas, drusas o samaritanas, entre otras, son
ciudadanos de pleno derecho que viven con total libertad, un país que sería
ideal si no fuera porque… es judío, y he aquí su pecado. El único Estado judío del mundo y el único
Estado odiado por todo el mundo por el hecho de ser judío.
sábado, 21 de junio de 2014
Cuando todo ha terminado.
Ser
cristiano, en Europa, no está de moda, pero no es un crimen. En esta Europa
laica, desacralizada y multicultural, confesarte cristiano y encima
practicante, puede parecerle a algunos un tanto vintage, pero, al menos de momento, no supone amenaza grave ni
peligro vital para el creyente, que puede ejercer su libertad de culto amparado
y protegido por las legislaciones de todos los países. Libertad religiosa y de
pensamiento, al menos formal, a pesar de que las actitudes de intolerancia y de prejuicio en el lenguaje y
en los actos no se consideran socialmente reprobables, sino manifestaciones
amparadas en la libertad de expresión. El deseo de desterrar los símbolos de la
vida pública por parte de un sector ideológico que considera arcaica la
Doctrina de una Fe que critica pero que no siempre conoce, y una Iglesia que
percibe como un poder fáctico y manipulador, es sólo una pequeña muestra del
claro retroceso del Cristianismo en nuestro Continente.
jueves, 15 de mayo de 2014
El Recuerdo de la desmemoria.
Seminarios,
conferencias, exposiciones, discursos… La casa por la ventana para conmemorar
el final de las dos únicas guerras mundiales que han asolado la Historia de la
Humanidad. Y las dos, en suelo europeo y con un lapsus de veinticuatro años
entre ambas. La Europa vencedora y la vencida explotan un acontecimiento que,
aunque amplió el teatro de operaciones por el Norte de Africa, Oriente Medio y
el Pacífico, no dejó de ser una guerra civil europea a gran escala retransmitida
en dos tiempos.
Porque, más allá de las connotaciones políticas, estratégicas y
militares, ambas contiendas serían un conflicto ideológico que anunciaba una
determinada forma de concebir el mundo y que marcarían el principio de la
degradación ética del ser humano. La llamada Gran Guerra cambió hace cien años el
destino de Europa. La Segunda Guerra Mundial cambiaría el de la Humanidad.
miércoles, 9 de abril de 2014
A modo de introducción y motivo de intenciones.
Hace muchos años que dejó de importarme lo que la gente a mi alrededor pensara de mí. En realidad, nunca me importó porque nunca establecí mis relaciones personales sobre la base del reconocimiento de los otros. Los lazos que te unen a las personas que se cruzan en tu camino a lo largo de tu vida son intangibles, invisibles, van más allá de los convencionalmente establecidos por consanguinidad o familiaridad. Pero los sientes. Son cuerdas que te hermanan a personas dispersas por el mundo y con las que llegas a compartir momentos y sentimientos únicos, mucho más profundos incluso que los que te unen con aquellas personas que están a tu lado desde siempre y con las que no compartes prácticamente nada. En una sociedad acostumbrada a las apariencias, a mostrar una cara maquillada y un cuerpo perfecto, que da más importancia a cómo dices una cosa que a lo que en realidad dices, ser libre, coherente, responsable y con principios suena raro, muy raro... Y yo, que siempre tuve la sensación de pertenecer a otro espacio, otro tiempo, a otra familia, a otro entorno.. encontré finalmente mi alma gemela en ese pequeño gran país de Oriente Medio y en sus gentes: Israel.
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